Esta semana, compartimos la conclusión que encabeza este artículo porque tiene el potencial de ser un catalizador para que usted dé prioridad a su salud o ayude a alguien que le importa a mejorar la suya.
Todos hemos oído el consejo de que los adultos deben dormir entre 7 y 9 horas por noche, pero faltan orientaciones basadas en pruebas sobre la calidad del sueño y el momento de dormir. Recientemente, un estudio se propuso aumentar nuestros conocimientos sobre la relación entre la calidad del sueño y las enfermedades calculando los años de vida sin cardiopatías perdidos debido a un sueño deficiente.
El estudio analizó a adultos de mediana edad y descubrió una relación entre el sueño alterado y las enfermedades cardiacas en etapas posteriores de la vida, en comparación con los durmientes sanos.
A cada participante en el estudio se le asignó una puntuación de sueño compuesta por:
Dado que la calidad del sueño es difícil de definir, este estudio asignó una puntuación de sueño saludable a los participantes sin quejas de insomnio, ronquidos ni somnolencia diurna.
Según el estudio, dormir mal puede convertir entre 2 y 7 de los últimos años de vida sana en años de mayor riesgo de cardiopatías e incluso de muerte prematura. En comparación con los participantes a los que se asignó una puntuación de sueño saludable, se descubrió que las mujeres con trastornos respiratorios relacionados con el sueño, como la apnea del sueño, tenían el mayor riesgo, perdiendo más de 7 años de vida saludable, mientras que los hombres con trastornos respiratorios relacionados con el sueño perdían algo menos de 7 años de vida libre de enfermedades cardiacas.
Cuando revisamos los resultados de estudios como éste, es importante señalar que incluso una correlación muy fuerte entre dormir mal y las enfermedades cardiacas no significa definitivamente que dormir mal provoque enfermedades cardiacas. Dormir mal puede ser síntoma de otros problemas de salud subyacentes, como la ansiedad o la obesidad, que en realidad pueden estar contribuyendo a futuras enfermedades cardiacas. Un buen ejemplo de ello es la prevalencia de la apnea del sueño.
La apnea del sueño es un trastorno respiratorio relacionado con el sueño y es bien sabido que aumenta el riesgo de cardiopatías. Los ronquidos son uno de los síntomas más evidentes, pero en el caso de la apnea del sueño, los ronquidos van acompañados de pausas en las que la persona deja de respirar debido al colapso u obstrucción de las vías respiratorias. Estas pausas, que pueden durar desde unos segundos hasta minutos, suelen ir seguidas de ahogos o jadeos. Estos episodios perturban mucho el sueño y pueden provocar hipertensión, somnolencia diurna y otras afecciones crónicas.
Los Institutos Nacionales de Salud (NIH) correlacionan el pronunciado aumento de la apnea del sueño diagnosticada con el marcado incremento de la obesidad. También ayuda que ahora existan tratamientos, como la máquina CPAP y los implantes Inspire, que ayudan a regular la respiración.
La conclusión es que los ronquidos y los problemas para conciliar el sueño o permanecer dormido pueden ser señales de advertencia de posibles problemas de salud en el futuro. El sueño es algo muy personal, lo que ha provocado una falta de orientación basada en pruebas sobre cómo dormir bien. Sin embargo, hay muchas formas de mejorar las posibilidades de conciliar un sueño reparador, como controlar la temperatura y la exposición a la luz del entorno en el que se duerme, evitar las pantallas y seguir una rutina que le ayude a prepararse para irse a la cama. La idea es encontrar las que te funcionen.